Mi nombre es Yalimar tengo 32 años, estoy casada y tengo dos hermosas niñas. Llegamos a la ciudad de Salta en Argentina desde Venezuela, ya que la familia de mi esposo vive aquí desde hace dos años. Lo vimos como una oportunidad para poder salir adelante y escapar de la crisis en la cual está sumido nuestro país. Mi esposo comenzó a trabajar con su familia y todo iba muy bien. Yo no soy profesional así que me tocó quedarme en casa. En Venezuela yo ayudaba en el negocio de mi familia aquí no podía trabajar en nada. Siempre hacía los accesorios que mis niñas usaban, pensé que podía hacer lo mismo aquí para vender, ya que no quería quedarme encerrada mientras mi esposo trabajaba. Pedro (mi pareja) me dijo que no perdiera el tiempo ni el dinero en eso, que mejor me quedara tranquila en mi casa. Yo no le hice caso y conseguí el dinero prestado con unas amigas que había hecho, no necesitaba mucho. Compre los materiales que necesitaba y elaboré unos hermosos accesorios para niñas los cuales salí a vender muy emocionada. Mi mayor sorpresa, en dos días ya había vendido todo lo que había hecho. Hice nuevos accesorios y se vendieron también. Algunas madres comenzaron a hacerme encargos y sin darme cuenta ya me había convertido en toda una emprendedora. Mi esposo no estaba muy a gusto con esto, pues pasaba más tiempo fuera de casa, él decía que estaba abandonando a las niñas. Eso no era cierto, ellas eran mis modelos y ayudantes. Siempre estaban conmigo. Una de mis amigas me ayudó a crear las redes sociales para mi emprendimiento y comencé a vender en línea también. La verdad me iba muy bien, tenía buenos ingresos. Hasta coloque mis accesorios en algunas de las tiendas del centro. Pero esto le comenzó a molestar a Pedro. Me dijo “desde que llegaste a este país has cambiado, antes veías por mí y nuestras hijas, ahora solo piensas en tu trabajo y el dinero”. Eso no era cierto, yo no había abandonado mi hogar, sólo que ahora trabajaba, muchas veces me acostaba muy tarde para poder terminar los encargos. Además él siempre estaba tomando o de fiesta con su familia, él era quien no paraba en la casa y casi no me daba dinero para los gastos. Pronto descubrí que se había enredado con otra mujer, ese era el motivo por el cual no me daba dinero ni llegaba a casa.

Como se imaginaran me fui de la casa con mis hijas y tuve que conseguir un lugar más económico. Nos separamos y el juez lo obligó a pasarme una pensión para las niñas, no era mucho, pero me ayudaba. Esto me obligo a ampliar mis horizontes, cómo sabía hacer bisutería comencé a trabajar con eso también. Ahora hago accesorios para damas y niñas y diferentes materiales y gracias a dios me ha ido muy bien. Mudarme a otro país me hizo ver quien era realmente mi esposo y me dio la oportunidad de convertirme en una mujer emprendedora, capaz de mantener a sus hijas y salir adelante. Sigan adelante amigas no dejen que nada las detenga. Estaré leyendo sus comentarios.